En primer término, ambos son procesos que existen y de los cuales no se puede permanecer ajeno. Esto es fáctico, no valorativo: se los puede criticar, se los puede calificar como retrocesos, pero no se puede negar su existencia.
En segundo término, los dos fenómenos son tecnológicamente dependientes. Es decir, su aparición, su crecimiento y su existencia están determinados por la tecnología. En este punto, comienzan los juegos de interacción. La tecnología asegura la “globalidad”, por lo tanto, aún entre los “locales” ésta también es sobrevalorada y comienza una escalada en la demanda tecnológica, que también permitió su evolución hasta niveles de ciencia ficción. Una cuestión qué surge espontáneamente es ¿qué impediría a los “locales” globalizarse, si ellos también tienen acceso a la tecnología? En primer término, el uso que cada grupo hace de ésta: el “global” se mueve a través de la tecnología, el “local” se entretiene con ella. ¿Por qué ocurre esto? La “localidad” no permite un fácil acceso a las redes de comunicación que permiten la movilidad; la conectividad a Internet no siempre es óptima en la “localidad”, y la operatividad de recursos que la red ofrece a los “globales” no presenta ni formato amigable, ni utilidad aparente para los “locales”, por lo que volvemos al entretenimiento, que permite la hiperrealidad.
La hiperrealidad, hace que la tecnología sea el “simulacro de globalidad”, lo que fomenta el consumo, entonces por ejemplo, tener un celular igual al que posee el presidente de una multinacional es un valor a alcanzar, aunque no se disponga de la menor capacidad de movilidad.
La tecnología, a su vez, permite una comunicación que cada vez se soporta menos en un discurso articulado, sino que es una comunicación en la que priman la imagen, las abreviaturas indescifrables, el signo, el icono, por lo que estos han reemplazado, en esta era hiperreal, a las palabras mismas.
La idea de que la imagen reemplaza a la realidad, a su vez, y debido al auge tecnológico, parece ya no alcanzar, por lo que se ha desarrollado una masiva adicción al mundo de la información, y ya no alcanza con ver lo que nos muestran los medios tradicionales. Necesitamos ver más de cerca, decidir qué ángulos queremos ver y opinar, ya que esto hace el simulacro más real. Esto implica una revolución en los procesos de comunicación de masas, y en su direccionalidad (ver capítulo….)
La hipertextualidad y la autorreferencia mediática son también consecuencias de la interacción de la Globalización y la hiperrealidad. Como ya delineamos en el capítulo 2, la autorreferencia es una de las principales características de la comunicación neo-nihilista. Es esta pérdida de la relación entre el texto, su modo y canal con su autor (que va en proceso de dejar de ser un ente individual) y su destinatario, ya los nuevos textos no están pensados en función de las antiguas audiencias masivas, sino que son pensados como un regodeo intelectual en el que prima la intertextualidad. Ejemplos: Umberto Eco, David Lodge, Paul Auster. La nueva literatura es para los “globales”